martes, 30 de diciembre de 2014

Tus ojos

Escrito por: Demian Guerrero

La mitad de su ciclo ella había superado,
y de alguna manera a esa altura quería
adquirir algo que de la rutina la sacaría,
por eso al bisturí se había entregado.

Mientras la cortaban, y el volumen de su torso le agrandaban,
pensamientos, metas, aficiones y deseos pasaban
por su cabeza,
quería volver a estar a merced de lo que años atrás estaba presa,
a merced de que la anehelen con fuerza, como a una fresa,
como a una condesa, una necesidad que no cesa,
esa necesidad que la deshuesa, la estaba aquejando, confiesa.

Pero al salir por la senda peatonal,
se percató de que algo andaba mal,
ningún cuello por ella se dobló,
hasta le recitaron un "gracias" y un "por favor".

En sus ojos -a los que ahora la veían-
unas lágrimas se le vieron fugarse,
después de haber pasado por una construcción,
sin que ningún obrero le gritase.

Cayó la noche y llegó el momento decisivo,
llegó la hora de subirse a un colectivo,
pero increíblemente volvió a su hogar,
como cualquier mujer quisiera viajar.

La noche con su marido fue peor,
encima había despertado su apetito,
con su soledad soportó que le diga:
"Lo hacemos, pero la remera no te quito".

Enhieló a su cónyuge con mucho asco,
con sus promesas él fue siempre un fiasco.

Nada se sabe de sus últimas horas,
pero cómo su vida acabó te lo cuento ahora:

En plena calle fue su defunción,
algunos solo disfrutaban la función,
su cuchillo ella clavó,
en donde nadie la miró.

Un buen hombre se detuvo sin reírse,
solo miraba el relleno escurrirse.
la mirada se había estancado, a ella le hacía bien,
pues estaban cortados, pero eran sus pechos también.