jueves, 15 de enero de 2015

Úselo

Escrito e ilustrado por Mena

Tras cinco horas de infructuosos intentos, el hombre seguía silencioso, con la vista clavada en el vacío.
El interrogador caminó en derredor del hombre, marcando los pasos con insistencia; frustrado, contrariado. En un bolsillo, el trozo de papel garrapateado por aquella mujer extraña.
Úselo, le había musitado ella antes de desaparecer entre la muchedumbre que huía. ¿Se refería a usarlo aquí, con este obstinado hombre?
Parecía una idea absurda. ¡Era una idea estúpida!... pero los acontecimientos de los últimos seis días volvían posible hasta lo más disparatado.
Se detuvo a espaldas del hombre. Sacó el trozo de papel. Lo estiró con los dedos manchados. Intentó leerlo, pero nuevamente no encontró sentido en los garabatos trazados.

Úselo, dijo ella. ¿Por qué no? Tras cinco horas de infructuosos intentos, ¿qué más daba?
Se inclinó sobre el hombre y le plantó el trozo de papel frente a su cara. Tal vez ocurriese algo… los acontecimientos de los últimos seis… ¡El hombre se envaró! El interrogador saltó hacia atrás. El trozo de papel garrapateado por aquella mujer extraña se deslizó de sus dedos. El hombre habló…

¿Ha visto una polilla debatiéndose entre las redes de una araña? ¿Ha visto el infructuoso batir de alas?, ¿ese estertor agónico? ¿Ha visto el epiléptico asirse a la vida de un bicho que acaso tiene alguna noción de lo que es la vida?"
¿Puede por lo menos imaginarlo?”
Entonces, quizá, pueda acercarse a las fronteras del planeta acorralado que era su pupila en aquel momento: el espejo quebrado ante una imagen que ni siquiera puede ser nombrada porque no existe idioma, lengua o dialecto que incluya una palabra adecuada para definirla.”
Porque es más que una percepción, más que una visión, más que una confirmación. Es la nada en el todo. Un pozo profundo e insondable. Una montaña alta e inescalable. Es… no sé qué es.”
¿Podría usted decírmelo? ¿Podría explicármelo?”
Ahora que se desvanece entre mis pensamientos, ¿podría decirme adónde va lo innombrable?”.


El interrogador salió de su asombro y le encaró, exigiéndole claridad; el tiempo apremiaba. Tras cinco horas de infructuosos intentos, ya no podía darse el lujo de titubear. Asió al hombre de su cabello y le tiró la cabeza hacia atrás, conminándole a decir la verdad, o si no…

¿O si no qué?... ¿Qué?”
¿Ha visto una mariposa nocturna zigzagueando hacia la titilante luz de una candela para morir carbonizada?”
Su pupila permanece. Un obturador abierto que ha velado todo el rollo fotográfico…”

El interrogador le golpeó con fuerza. La nariz del hombre crujió y la sangre escurrió generosa.

Je, je… Usted insiste. Yo se lo he advertido…”
El hombre le susurró la verdad sobre los acontecimientos de los últimos seis días.
El interrogador escuchó estupefacto, extático.
Soltó al hombre y retrocedió asustado.
Trastabilló y cayó sentado. Temblaba incontrolado.

 Vio el trozo de papel garrapateado por aquella extraña mujer. Vio los garabatos trazados… ¡Lo entendía!, ¡lo entendía!

Úselo, dijo ella.
Lo usaría.

¿Qué podía ser peor tras cinco horas de infructuosos intentos, tras los acontecimientos de los últimos seis días?


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