Carta del olvido.
29 de Agosto, 2014. Capital Federal
(Buenos Aires, Argentina).
Recuerdo cuando me agarró el
alzheimer, por suerte me zafé enseguida. ¡Cómo pasa el tiempo! Ya
pasaron 5 años de los acontecimientos de ese hecho, ¿o eran 55?
Bueno, por ahí. Yo estaba junto a Juana, ¡qué muchacha esa! No
importa qué tan grave sea mi enfermedad, puedo recordar
perfectamente, como si lo estuviera viviendo, el momento en que
estaba en su casa -Situado en un barrio del Conurubano, era un hogar
humilde que albergaba a su familia, perteneciente a una clase muy
baja, el lugar consistía de dos ambientes y adentro convivían como
9 personas, de 1 metro 30 cada una (era una clase muy baja)- y ahí
la invité a salir... No me quedaba otra, ya me estaba asfixiando
dentro.
Claro, lo que sucede es que en esa
época (y ésto va para el examen) las casas estaban hechas de rocas,
bueno... Por lo menos esa si lo estaba, ¡no, no! En realidad todas.
Era un decreto de un presidente, no me acuerdo como se llamaba...
Jul-Julio Argentino Roca, caso inusual porque él nació Octubre.
Además, era también bailarín de ballet... Sí, Julio Roca. Entre
otras curiosidades que te puedo contar está que él era un
aficionado a una corriente musical: La sonata barroca (aunque él
también se permitía disfrutar del Rock&Roll), y que murió por
diabetes, el desdichado consumió en menos de dos horas 50 litros de
una línea de gaseosas que él mismo había fundado: Roca-Cola.
Dado este hecho tan autoritario de
obligar a las personas a construír a base de rocas, había muchos
debates en línea por esa época, aunque albergaban personas bastante
desalineadas, desde futbolistas con equipos sin alineación, mujeres
que abusaban del delineador, hombres que tejían con lineros ¡Y se
hablaban por “Line”! Pero bueno, yo siempre pensé que estaba
bien porque, en el entorno de la Guerra Fría, las piedras
sinceramente brindaban cierto calorcito. Y además jurídicamente
hablando, estaba entre los marcos legales.
Y esto me lleva a lo que me trae a
escribirte, para no descarrilarse del eje, yo me dirigía a... A...
¡Ah! Bueno, mirá viejo, la cosa es así, obtuve por fin mi ansiado
título, aunque siempre los profesores decían que el diploma no lo
necesitaba para probar nada, que ya nací para ser un indiscutible
abogado, porque no gano en ninguna discusión. Y entre los
promocionados hicimos una fiesta, pero, al salir de ahí, olvidé...
Olvidé... ¿Qué olvidé? ¡Me olvidé! ¡ME OLVIDÉ!... Me olvidé
completamente la ubicación de mi departamento. Por lo que necesito
que la respuesta a esta carta sea inmediata, porque ando varado en la
calle, y también por otra cuestión que estoy pasando por alto...
Ahhh, y... ¡Ay! Ahí hay unas anotaciones que debo llevar
urgentemente a la sala de cirugía para poder realizar una operación
debidamente. ¿Te imaginás todo el embrollo que se formaría a
partir de una mala praxis? ¡Una vez estuve en una de esas
situaciones embarazosas con mi compañera, Stephanie Praxis! ¡Qué
mala esta Praxis! Yo siempre le digo al bich— le digo el dicho,
cuando falla, “¡la tercera es la vencida!”, e insiste en pasarme
la tercer jeringa. Cargamos con seis muertos ya, y no le podemos
echar la culpa eternamente al calentamiento global, ¡se van a dar
cuenta! No hay con qué darle, ya es un problema de la educación que
le fue proporcionada, teniendo en cuenta que viene de una familia de
gente tan acomodada, ¡cómo me indigna esa gente! No hay muchas
personas que se ganen mi odio, pero a ellos lo tengo entre ceja y
ceja... Si tan solo pudiese acordarme de quienes son.
No quiero quitarte más tiempo. Querido
Faustino, amigo, espero que te mejores, que puedas continuar con el
amor de tu vida, y que tu esposa no se entere. Espero vernos pronto
¿Eh? Yo necesito seguir acomodando mis muebles y decorando la casa.
¡Un abrazo enorme, feliz navidad y un próspero año nuevo!